Se abrazaron profundamente y montándose Ura a lomos del delfín, con la espuma acariciándole la piel, se fueron acercando a la tranquila playa de Bedua para jugar, coger caracolas, conchas y algún que otro crustáceo para llevárselo a su ma Jaia.
Al regresar, se despidió con la pena de que igual en un tiempo largo no se volverían a ver, pero sabía que estarían bien, y además, en lo alto de la colina le esperaba su amona Lamia.
Lamia la veía venir hacia ella, llena de vida hermosa por dentro, en proyecto de lo que iba a ser un ser humano bondadoso , y no pudo evitar emocionarse.
Una fatigada Ura llegó para sentarse y acurrucarse en su regazo ,¡le gustaba tanto estar con Lamia!, antes de su vuelta a Ekai, el hogar donde su familia la esperaba. Callada y quieta, Ura esperó a que Lamia empezara a contarle la Gran historia:
"Érase una vez hace 200 millones de años. Surgió de lo más profundo del mar, la gran madre Lur " la tierra". Se formó porque se fueron acumulando pequeños esqueletos de animalitos junto con arcillas, dando lugar a diversas formas de vida, naciendo y extinguiéndose durante largos periodos de tiempo.
Pero hace 60 millones de años, unos nuevos seres mamíferos aparecieron en "la tierra" y pensaron que eran superiores a la Diosa Montaña, a la Diosa Mar, al Dios Río y al Dios Árbol. Entonces, su avaricia y su miedo los destruyó; esa fue la séptima extinción.
Después de estar "la tierra" en reposo, renacieron unos nuevos seres, que su amor era tan intenso por todo lo que les rodeaba, que dio lugar a la verdadera armonía de todos los humanos que hoy pueblan la tierra. Y por primera vez dejamos de tener miedo y nos convertimos en inmortales."
La carita de Ura era la más pura expresión de la felicidad.
Delia Martinez
Al leerlo me he sentido acurrucada en el regazo de la tierra y me ha gustado mucho la sensación.
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