En casa teníamos por norma, cumplir los preceptos eclesiásticos. En la misa mayor se bendecían los ramos. Yo me preparaba con esmero para acudir a la liturgia.
Recuerdo que ese día estrené un traje de cuadritos con falda plisada y zapatos con un poquito de tacón según la moda.
Pronto cumpliría 15 años y consideraba que ya debía ponerme medias.
Mi natural coquetería me decía que los calcetines no iban bien con la ropa y me empeñé en ponerme medias de cristal.
La primera vez que me puse medias fue un fracaso total. Aquellas medias finísimas y con costura no se adaptaban a mis delgadísimas piernas. Por mucho que las estiraba no se sujetaban.
Cuando me vio mi padre aparecer, insistió en que no me quedaban bien y debía llevar calcetines. Yo me empeñé en llevar medias y así lo hice. Cuando había recorrido apenas 200 metros, las medias se habían aflojado tanto, que hacían unas bolsas feísimas en la pantorrilla. Me metí en un portal y las estiré tanto que se me agujerearon así que no me quedó más remedio que quitarme las medias.
Cuando regresé a casa, entre las rozaduras que me hicieron los zapatos y la chanza de mi padre, aprendí que la crítica constructiva, es buena y que él, siempre sería mi mejor consejero.
Pilar Monreal
Antes muerta que sencilla. Muy divertido. El domingo de Ramos era el día de estrenar.
ResponderEliminarEs evidente en éste relato el tránsito de la niñez a la pubertad.
ResponderEliminarSe refleja fielmente los usos y costumbres de la época.
Está escrito con sencillez, claridad y sentimiento.