martes, 10 de marzo de 2015

Acompañamiento real

La primera vez que asistí a un teatro fue en compañía de inquebrantable, admirable e imperfecto personaje real.
La influencia y mi acercamiento hacia la monarquía fue interesada, pues quería hacerme un hueco en ella para alimentar la incesante llama que en mi interior ardía.

Estaba enamorado.
Ese devenir apunta mi proceso de adaptación a la regia manera para engarzar tal fin.
El ciclo de mi historia hasta ahora, había sido de un caballero con una torpeza especial para el cortejo.
Pero la figura femenina que ahora acompaña mi mente, hace que teja mis sueños. Esa dama misteriosa, inalcanzable. Que recita poemas y se esconde tras sus sonetos de azúcar, sin romper los moldes de una comedia perfecta de enredos y sorpresas.
Yo que entre otras cosas soy mecenas de las artes y las letras y consagro a los personajes con adulación y galantería.Se me hace esta escalera de arena como un poema de versos blancos, infranqueable.
Ese juego de tronos, dónde la sinuosa dama inicia su galanteo Con su danza serpentean te, aduladora, evocadora…acabando su meandro debut, recitando.

Así como comenzó, habitó en mí una alegoría que hizo que pensase que no estaba a mi alcance.
Ese amor platónico que sentía, que me aturdía, que me martilleaba mis sentidos… me dejaba sin la energía necesaria para respirar.
Quiero tener el temple, para pedir a su alteza que apueste por mí y que su manto real cubra mis carencias, apoye mi insignificante presencia y haga nimiedad mi torpeza.
Es la excusa perfecta, con el mensajero palaciego, las espaldas tengo cubiertas. Y espero con desespero que mi corazón lo complete la dama que llena mi cabeza.

                                                                                                           Virginia Amaia Bringas Bartolomé

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