lunes, 9 de marzo de 2015

ROBANDO SANDÍAS

Un verano, el verano de 1997, fue un verano muy caluroso.
Llevaba ya bastante tiempo de vacaciones escolares y estaba ansioso para que mis padres cogieran las suyas e irme a Guijo de Granadilla, un pueblo de Cáceres, cerca de
Plasencia.
Al fin ese día llegó. La verdad es que el viaje era una odisea, porque mi padre no tenía coche y teníamos que ir en autobús. El viaje duro nueve horas.
Una vez que llegamos al pueblo, lo primero que hicimos fue visitar a todos los familiares, y segundo, ir corriendo donde mis amigos del pueblo.
Disfrutaba muchísimo. Nos juntábamos muchos niños. Pasábamos casi todo el día en la piscina, y por la noche hacíamos mil travesuras.
Jugábamos a polis y cacos por todo el pueblo.
Aquella noche, una noche de luna llena, se veía perfectamente en plena noche, y a mí me tocaba en el grupo de los cacos.
Uno dijo --‐¿ y si vamos a comer sandias? Y respondimos que si.
Mientras los polis nos buscaban, nosotros fuimos a las afueras del pueblo, saltamos a un huerto y José Manuel sacó una navaja y peló una sandia. Mientras comíamos la raja de sandia, sentados en un tronco, nos reíamos de los polis que nos estaban buscando por el pueblo.
Ese fue uno de mis mejores veranos, lo malo es que como todas las vacaciones, se acabó. Y ahora siempre que como sandia, me acuerdo de aquel verano, de aquella sandia y de aquel recuerdo nostálgico.

Jose Blanco

2 comentarios:

  1. Expresas muy bien los cambios que ha habido en la forma de vivir y jugar. Aún quedan algunos melones y sandías.¡Sigue jugando!

    ResponderEliminar
  2. Espero que la sandía estuviese dulde y que tu sustracción no fuese con premeditación y alevosía

    ResponderEliminar